Resulta curioso cómo el ser humano se organiza según sus necesidades. Conseguir alimentos y cobijo parece que son las dos que primero se nos vienen a la cabeza. Pero no todo se reduce a eso, de hecho, aun siendo factores esenciales para la supervivencia, resultan demasiado primarios, tan elementales que se hacen aburridos. Y es ahí donde entra en juego el kit de la cuestión: el aburrimiento.
Aburrirse puede llegar a resultar para un ser humano incluso peor que no tener qué comer o dónde vivir. No, no es una exageración, hablo del ser humano en su condición biológica, y la depresión es patente desde tiempos prehistóricos, confirmada por los ininterrumpidos suicidios en la historia de la humanidad. De esta manera, los humanos necesitan, al igual que comer y dormir, diversión, y es aquí donde llevan a cabo sus más complejas organizaciones.
Se conoce, en la antigua Grecia, festejos que se llevaban a cabo con el pretexto de adoración a algún dios del Olimpo. Algunos de ellos consistentes sólo en un simple sacrificio animal, pero otros, los más notables, se desarrollaban de manera exageradamente grandiosa. Me estoy refiriendo, por supuesto, a las grandes fiestas en honor a Dionisio, dios del vino, donde se habla de un estado de embriaguez casi permanente de los festejadores.
El Imperio romano no se quedó atrás. Las orgías y los arenes abundaban de una forma tan natural que en nuestra sociedad de influencia católica no es de extrañar que se considere por muchos como una actitud grosera y poco civilizada. Pero nada de eso. Estas fiestas de la antigüedad clásica no son más que un modelo a seguir en nuestra época. Cambiamos la veneración a los dioses por la adoración a los santos, los arenes por discotecas, y el vino…, el vino seguirá siendo siempre vino.
El ser humano necesita diversión, y como con todo, para conseguirla le hace falta una organización, un orden muchas veces basado en el desorden. La contradicción es una de las realidades más humanas que existen.
De este modo, en estas fechas de mediados de Marzo, poco antes de que comience la primavera, la sociedad se organiza, necesita romper con la monotonía, divertirse con el desorden y el caos al que no está acostumbrada. Pues al fin y al cabo, ¿qué es la diversión si no romper con la rutina? ¿Y qué es la rutina sino una organización organizada? Así pues, la organización que se llevará a cabo para romper con la rutina no será otra que una organización desorganizada.
Se huele, se siente, casi se toca la tensión de esos días próximos a las fiestas dionisíacas, donde todo vale y nada prevale. Esas celebraciones para descargarlo todo, para divertirse sin límites, olvidándose muchos de que todavía deben comer y dormir.
Disfruten, rían, canten, bailen, emborráchense, sueñen despiertos. Están en su derecho de deleitarse, al menos una vez al año, de algo tan humano como es la alegría de vivir.